sábado, 17 de octubre de 2009

MUERTE Y DIFUNTOS.

En la cultura afrocolombiana la muerte es otro momento fuerte y decisivo de la experiencia de Dios. El acontecimiento de la muerte despierta la solidaridad comunitaria convocándola para el entierro, el novenario y el aniversario.

La celebración para los difuntos son los ceremoniales más elaborados de la liturgia afrocolombiana. Cuando una persona muere los familiares procuran cumplir con el muerto todos los requisitos necesarios para garantizar su descanso eterno. Se deben observar minuciosamente los pasos del velorio, entierro, misas, novenario y aniversarios. Es importante el luto como expresión de dolor. La solidaridad de la comunidad se manifiesta en las condolencias, el acompañamiento y en la ayuda material en los gastos de la mortuoria.
El velorio se realiza generalmente acompañado con juegos de azar y otras expresiones que manifiestan la importancia de la convocatoria social. La bebida y el alimento son indispensables para estas reuniones. Practicas estas que tienen por objeto afirmar la solidaridad social y el respeto a la memoria de los difuntos.


Los velorios de niños son llamados en litoral pacífico "Gualies" o "Chigualos". Se distinguen de los velorios de los adultos por no ser caracterizados por el duelo sino por un ambiente de alegre solidaridad acompañado por la creencia de que el niño muerto es un "angelito" que se escapó del sufrimiento del mundo y alcanzó la gloria de Dios.
El ritual mortuorio es uno de los sellos más visibles de la identidad afrocolombiana especialmente en la región del Pacífico


La muerte se relaciona tanto con este mundo, como en la vida del más allá. La persona muerta, vive y participa de todo lo que está sucediendo a su alrededor, no es una persona que se ha ido, sino un hermano o un amigo que sigue participando de la vida.
Los muertos viven en el corazón de todos los de la comunidad. En las comunidades afrocolombianas del Pacífico se demuestra el amor por los muertos, a través de manifestaciones fuertes de llanto, de los cantos como los alabaos porque ante el dolor de la muerte se canta y llora en un solo momento.


El camino del difunto hacia la otra vida depende mucho de las actividades de los vivos. Un ejemplo de esto es cuando un vivo, ofendido por el difunto cuando todavía vivía, no quiere perdonarle ni aún después de su muerte; esta actitud le retrasa la llegada ante Dios o al descanso al difunto. Así mismo cuando alguien de la comunidad trabaja el día de la muerte de otro miembro de ella, le obstaculiza el camino del difunto porque éste sigue al vivo.
Igual ocurre cuando un difunto ha dejado un entierro o cualquier prenda donde no se den cuenta, él se manifiesta a alguien en sueño para que mueva el objeto del lugar en el que se encuentra, y así poder quedar libre, en paz con Dios y descansar.


La relación de los vivos con los muertos es muy importante porque son los vivos quienes le facilitan el viaje al difunto al cumplir todos los ritos o creencias tradicionales. La no observancia de las tradiciones rituales mortuorias, como por ejemplo no hacerle el velorio al difunto hace que el alma reclame y se aparezca, porque no llega al reino de los cielos. Lo que traería además como consecuencia, el rechazo y la crítica a la familia, por parte de la comunidad.
Los vivos les ayudan a los muertos a disminuir sus penas a través de los rezos y cantos. Por eso hay que rezar y cantar con mucho respeto, y además sin equivocarse, y en caso de hacerlo se debe comenzar a rezar de nuevo. También al rezar por un muerto se le refresca, se les da agua.
Si se reza por los difuntos de igual manera en el momento de la muerte propia, alguien rezará. En la relación entre vivos y muertos, existe una experiencia de miedo que se calma ayudando en el entierro del difunto y participando en su novenario.

A través del ritual mortuorio se presentan signos de libertad, ya que el difunto deja atrás toda una vida de lucha, de privaciones, y se busca a través de estos ritos, ayudarle a salvar el alma para la otra vida.

La muerte convoca más que la enfermedad, porque en la enfermedad hay todavía la esperanza de que la persona no muera. Mientras que una vez muerto, ese día es de él, ya que no va a estar más con los vivos. Por lo tanto se suspende toda actividad para dedicarle al día en despedida, porque es lo último que se lleva la persona consigo.

De forma tal que la muerte congrega porque: Es el último servicio que se le presta a la persona; por temor a lo desconocido, para evitar las posibles venganzas del difunto, para asegurar la compañía en la futura muerte, sea la de un familiar o la propia; para que los muertos sean los aliados mientras se está en esta vida, y ayuden a llegar a ver la cara de Dios, cuando llegue el turno de cada uno. El fin de la vida en este mundo se vuelve un llamado de atención sobre la forma de vivir.

Los muertos son intermediarios entre los vivos y el más allá, por eso es necesario ganarse los favores del otro mundo, preparando el camino que cada persona debe recorrer. Y esto se logra a través del rito mortuorio.
La muerte, al convocar a toda la familia y a la comunidad, ayuda a reforzar la unidad y a superar los conflictos que se hayan presentado.

A través de la conservación de la tradición, se valora la cultura como fuerza de unidad, en donde la familia y la sangre o comunidad, ocupa un lugar destacado, con la muerte se llega a la experiencia esencial de la vida.

La no observancia de las tradiciones rituales mortuorias, pueden producir desgracias en la comunidad, porque el muerto queda resentido.

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